''Esto es lo que me parece surrealista. Mi vida, mis libros, es de lo más normal", arranca una siempre sonriente Stephenie Meyer. Razón no le falta, porque el hotel Beverly Wilshire de Los Ángeles es un hervidero por su culpa. Fuera aumenta el número de seguidores a muerte de su saga Crepúsculo, que la esperan para conseguir su autógrafo, una foto o respirar el mismo aire.''
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